miércoles, 24 de septiembre de 2008

Urbanismo y métodos constructivos en el México Colonial



Origen del urbanismo novohispano




Al llegar los conquistadores españoles a América trajeron consigo la Edad Media. Sí, fue precisamente el descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo la chispa que puso en ignición el fuego de la modernidad. Tras la reconquista de la península ibérica y ante el amplio horizonte de posibilidades que planteaba la conquista de los nuevos territorios, el espíritu de “progreso” se hizo presente en el español del siglo XVI muchos años antes que la ilustración representada por hombres como Descartes o Leibniz siquiera se esbozara; sin embargo, fueron necesarios muchos procesos para que se lograra una transformación en la sociedad.
La arquitectura fue una de las disciplinas que con mayor rapidez se convirtió en forma de expresión de estos anhelos de cambio, a partir de esta recién adquirida prosperidad, que lo convertía de país conquistado y ocupado en potencia mundial.



La obra civil en América representada en presidios y hospitales así como en las primeras iglesias, atiende en un primer momento a la necesidad inmediata; esto es evidente por la simpleza y sobriedad tan representativas de su herencia todavía feudal. Sin embargo, de manera paulatina el rebuscamiento en el estilo se convierte en singularidad que constituyó del barroco en México una de las máximas muestras del preciosismo en la arquitectura.
Después de la caída de la Gran Tenochtitlan, los europeos comienzan a trazar sus ciudades siguiendo las normas de las villas y poblaciones del viejo continente; esto es, dos grandes ejes que se entrecruzan y forman una gran plaza, paralelos a ellos las calles principales. A este tipo urbanístico corresponden algunas de las grandes ciudades que los conquistadores trazaron en diversas partes del país, pero sobre todo a la que sustituyó a la Gran Tenochtitlan después de su casi total destrucción. Este modelo urbano permitía la concentración de la población en la plaza mayor con motivos de defensa, dada la desconfianza y temor que durante los primeros años posteriores a la conquista tuvieron los españoles de una revuelta indígena.
La traza de la Ciudad de México se debe al alarife español Alfonso García Bravo; cabe recordar a otros como Hernando Saavedra, quien en 1531 hizo la planeación de las ciudades de Tlaxcala y Puebla, como Juan Ponce, autor de la traza de la ciudad de Valladolid, que se hizo en 1542, así como Juan Sánchez Alanís, que planeó la ciudad de Querétaro.
Técnicas y materiales

El edificio actual de la catedral de México es el cuarto recinto de culto cristiano en el lugar. El primero fue un espacio marcado por una cruz en lo alto del Templo Mayor antes de su destrucción, posteriormente fue ocupado un salón en la planta baja del Palacio de Cortés y, finalmente, la primitiva catedral que fue construida entre los años 1525 y 1532 en el lugar que actualmente conocemos. Durante el período de construcción de esta primera etapa, los materiales para la revoltura eran tezontle, sillares de adobe, esculturas prehispánicas, lodo de los canales, cal y clara de huevo de las aves lacustres que habitaban en el Lago de Texcoco, que a pesar de permitir a los constructores europeos levantar un enorme basamento sobre el cual posar la estructura, no se adecuó a las difíciles características del terreno blando, generando así que durante su vida útil el recinto se encontrara constantemente en reparación.
La técnica indígena de edificar sobre pilotes de madera entre los que se rellenaba con cieno, se convirtió finalmente en la que utilizaron también los españoles, ya que se prestaba idóneamente al tipo de terreno; tan es así que al día de hoy continua soportando al imponente monumento. Cabe señalar que por un ambicioso programa de construcción, un atrasado sistema de transporte y la falta de trabajo calificado, la construcción llegó a tener un costo excesivo; es conocido que para la edificación del Palacio de Cortés en 1533 se llevó un gran bloque de piedra empujado por 100 indígenas a campo traviesa desde Oaxtepec.
Es hasta el año de 1580 que se empieza a fabricar el barro cocido en la Nueva España, aunque su utilización no se hizo corriente hasta muchos años después. Y es hasta el siglo XVII que se empiezan a fabricar las piezas de cerámica vidriada tan supuestamente representativas de la arquitectura típica mexicana.

La mayoría de los monumentos del siglo XVI conservados al día de hoy se encuentran en pie más debido a la casualidad que a un cabal conocimiento, asunto digno de ser observado, por ejemplo, al momento de intervenirlos para su restauración.
Desde la utilización del contrafuerte hasta la cadena de cerramiento, la construcción, los materiales, la planeación y la proyección han sufrido un cambio evolutivo, que ha sido representativo del desarrollo del pensamiento humano.


POR Felipe Gaviria mailto:solopha@terra.com.mx



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